
Sobre mujeres migrantes
La Organización Mundial para las Migraciones (OIM) define “migrante” como cualquier persona que se desplaza o se ha desplazado a través de una frontera internacional o de un país, fuera de su lugar habitual de residencia, independientemente de su situación jurídica; las causas y el carácter voluntario o involuntario de su desplazamiento; o la duración de su estancia.
En la actualidad, más del 3% de la población mundial vive fuera de las fronteras en que nació. Se trata de más de 250 millones personas, de las cuales la mitad son mujeres. También lo son más de la mitad de los 19 millones y medio de personas refugiadas del mundo. Por ello, las necesidades, prioridades y voces de las mujeres migrantes deben ser parte protagónica de los programas y políticas nacionales e internacionales relacionadas con la migración.
Esta es una de las razones por las cuales el movimiento feminista ha situado las fronteras como uno de los 4 ejes temáticos de las movilizaciones convocadas para el 8 de marzo. El objetivo es visibilizar la situación de precariedad, pobreza y violencia en la que viven muchas mujeres migrantes y refugiadas en todo el planeta; y, al mismo tiempo, posicionar estrategias para que su migración se dé con dignidad y sin riesgos.
Las mujeres que migran contribuyen a la generación de riqueza en sus países de origen, a través de las remesas, y a la producción de bienestar en las sociedades de destino. A pesar de ello, en muchos casos, las condiciones a las que tienen que hacer frente, tanto en la salida como en el tránsito, la llegada e incluso el retorno, suponen una vulneración de sus derechos humanos.
Según datos de la Organización Mundial del Trabajo (OIT), entre 600.000 y 800.000 personas son víctimas de trata a través de las fronteras internacionales cada año, de las cuales el 80% son mujeres y niñas. Así mismo, Naciones Unidas estima que el 73,4% de quienes realizan trabajos domésticos son mujeres y niñas migrantes.
El trabajo doméstico, si bien constituye una oportunidad laboral, no deja de ser una ocupación feminizada- y crecientemente racializada- que expone a mujeres pobres, indígenas, migrantes, a ocupaciones poco valoradas, de muy bajo costo y explotación. Quienes participan en esta actividad permanecen al límite de la supervivencia económica y, en muchos casos, enfrentando violencias diariamente.
A pesar de esto, sólo 22 países han ratificado el Convenio de OIT sobre trabajo doméstico que reconoce las vulnerabilidades adicionales que experimentan las mujeres, por el hecho de serlo, y que protege los derechos y la dignidad de las personas que participan en esta ocupación.
Por otro lado, Naciones Unidas estima que, como mínimo, 1 de cada 5 mujeres refugiadas o desplazadas fueron víctimas de violencia sexual. Además, el 60% de las muertes maternas que podrían haberse evitado, tienen lugar en entornos humanitarios, como los campos de refugiados. Esto, sumado a las situaciones de daño que han experimentado en los lugares de los cuales salieron huyendo.
El número de jóvenes migrantes también está aumentando. Según datos de OIT, constituyen más del 10% del total de migrantes internacionales. Muchos son adolescentes que atraviesan las fronteras por sí mismos/as, sin estar acompañados/as. La migración, en estos casos, suele representar una oportunidad en contextos de precariedad y desempleo en los países de origen. Sin embargo, las y los jóvenes migrantes también corren peligro de ser atrapados/as en trabajos forzosos, expuestos/as a explotación y maltrato.
Para enfrentar estas situaciones, los Estados Miembros de Naciones Unidas adoptaron un conjunto de compromisos conocido como la Declaración de Nueva York para los Refugiados y los Migrantes; en él manifiestan la voluntad política de proteger los derechos de las personas migrantes, así como sus vidas.
Así mismo, la Agenda 2030 reconoce la contribución de la migración al desarrollo sostenible. La principal referencia a la migración está presente en el ODS 10 (meta 10.7) donde se reconoce la necesidad de que todos los países se comprometan a facilitar la migración y la movilidad ordenadas, seguras, regulares y responsables de las personas. De manera transversal, 11 de los 17 ODS también contienen metas e indicadores que son pertinentes para la migración o el desplazamiento.
Fruto de la Declaración y la Agenda 2030 es el Pacto mundial para una migración segura, ordenada y regular, aprobado en la conferencia intergubernamental sobre migración en diciembre de 2018. Para saber más, puedes consultar: https://oij.org/pacto-mundial-migracion-enfocando-oportunidades/
Contamos, entonces, con importantes mandatos internacionales que debemos hacer afectivos para que la situación de las personas migrantes y refugiadas, y en particular de las mujeres jóvenes, no sean extremas.
Frente a esto, desde el movimiento feminista se reclaman, entre otras acciones: reformas de las políticas migratorias, que incluyan específicamente una perspectiva de género y de derechos humanos; medidas contra la violencia, la pobreza y las limitadas oportunidades que tienen mujeres y niñas en los países de llegada; acceso a los servicios de salud, especialmente aquellos relacionados con la salud reproductiva; acceso a los servicios financieros; revisar las legislaciones laborales para que incluyan los derechos de las y los trabajadores migrantes; e involucrar a las y los migrantes en la toma de decisiones políticas, de manera que sus necesidades sean atendidas.
Puedes encontrar esta y más información, aquí:
Mujeres refugiadas y migrantes, ONU Mujeres:
http://www.unwomen.org/es/news/in-focus/women-refugees-and-migrants
Migración, ONU:
http://www.un.org/es/sections/issues-depth/migration/
Mujeres migrantes en la actualidad. Pobreza real, discriminación de género, aportes comunitarios y prejuicios de los funcionarios de los países receptores y de los estudiosos del tema, Francesca Gargallo:
Las mujeres y la migración internacional:
http://www.mujeresenred.net/spip.php?article800
Juventud y migración, OIT:
Foto: Karen Johana Domínguez Lavi, Perú.