De la sociedad del empleo a la sociedad del bienestar

El empleo es la forma que adopta el trabajo desde el final de la segunda guerra mundial, instaurando un modelo de sociedad en el que tener empleo es lo que condiciona la posibilidad de la ciudadanía, de los derechos y del consumo. Pero, precisamente porque es una producción histórica, este modelo puede ser impugnado para transitar hacia una sociedad donde la vida de cada persona no esté condicionada por su rol como trabajador. Esta es una de las ideas que Jorge Moruno expone en su libro «No tengo tiempo. Geografías de la precariedad», recientemente publicado.  

 

En su libro, este escritor español también plantea que salir de la precariedad laboral que caracteriza al mundo actual requiere medidas que garanticen derechos e incrementen el margen de libertad y acción, por ejemplo, una renta básica universal. De este modo, según el autor, se abre la posibilidad de rechazar trabajos que «ofrecen condiciones miserables», a la vez que se pone el foco en el bienestar y no en una concentración de riqueza sostenida en empleos precarios.    

 

La sociedad del empleo 

 

Para Jorge Moruno «empleo no es sinónimo de trabajo remunerado», sino la forma que el trabajo ha adoptado desde el final de la segunda guerra mundial, especialmente en Europa, y en el marco de los imaginarios de la modernidad industrial iniciada en el Siglo XIX. Según el modelo social que así se ha instaurado, siguiendo a Moruno, se piensa que trabajar es la única vía para lograr una vida digna y que tener trabajo es lo que permite conseguirla, por lo cual ser ciudadano y tener derechos depende de tener un empleo.  

 

El problema, para el autor, es que, aunque cada vez se hace más difícil encontrar un trabajo y aunque tenerlo no necesariamente garantiza una vida digna, este modelo no se ha puesto en duda. Por ello, propone cuestionar las máximas que lo sostienen para abrir la posibilidad de una vida que no dependa de la condición de trabajador y para promover imaginarios distintos que permita a las personas desear cosas distintas. Finalmente, como dice él, fue generando otros imaginarios como se movilizó, en su momento, una Revolución Industrial.   

 

La dominación del tiempo 

 

Otro de los temas abordados por Jorge Moruno es el ritmo frenético de la vida contemporánea, en el que parece que todos siempre tuvieran prisa y en el que las fronteras entre el trabajo y lo personal se desdibujan. En sus palabras, esto permite que la precariedad gane terreno, además de generar una escalera de privilegios que, en el marco del sistema capitalista, ubica en el eslabón más bajo a quien menos decisión tiene sobre su propio tiempo.   

 

En este sentido, la relación entre tiempo y precariedad se establece en al menos 3 sentidos, siguiendo al autor: por un lado, el común de las personas cada vez trabaja más horas y recibe menor pago o incluso ninguno; por otro lado, cada vez tienen menos tiempo propio, mientras aquello que no produce algún beneficio económico se valora como «nada»; y, finalmente, lo que cada persona hace solo «vale» si alguien paga por ello. Así, por ejemplo, el trabajo reproductivo y de cuidados, que asumen mayoritariamente las mujeres, se considera como «no hacer nada», por lo cual se necesita medir la riqueza con otros criterios.   

 

Instrumentos de la precarización 

 

La precariedad consolida un nicho de negocios favorable, dice Moruno, en la llamada economía colaborativa, en la que la precariedad llama a la precariedad. Desde su perspectiva, no obstante, el problema no radica en la existencia de plataformas tipo AIBNB o Wallapop, por ejemplo, donde la gente se encuentra para reutilizar bienes o compartir servicios, sino en el contexto en el que se inscriben. Un contexto donde la gente tiene menor nivel adquisitivo, pero igual necesita ingresar a una sociedad mediada por el dinero, y donde las soluciones a la realidad precaria no ponen en cuestión la precariedad misma.  

 

Así mismo, expresa el autor, se ha ido posicionado un lenguaje que pone la responsabilidad de la precariedad en las personas y su actitud, mientras vela la real degradación de las condiciones de vida. De este modo, la reinterpretación de la realidad a través de movimientos lingüísticos como «no trabajas para… sino que colaboras con…» o «no te controlan, sino que te valoran«, dice Moruno, pone en entredicho la distinción entre lo justo y lo injusto. 

 

La sociedad del bienestar  

 

En este contexto, Jorge Moruno plantea que los cambios vividos actualmente en el mundo del trabajo, en el que se puede producir más riqueza con menos trabajo (humano) directamente empleado, abren el horizonte para pensar en una sociedad más enfocada en el bienestar. Porque para él el debate sobre el futuro del trabajo, impulsado por la revolución digital, no se encuentra en si las máquinas van a ocupar los trabajos que hoy desarrollan humanos o si se van a crear empleos insospechados que permitirán el reciclaje laboral de las personas. Para él, este debate se centra en qué pasa con las generaciones de entre medias que viven en la precariedad.  

 

Pensando específicamente en España, el escritor se pregunta «¿Cómo se vive así, cómo se sobrevive en una sociedad en la que el 30% de la población en edad de trabajar están en riesgo de pobreza?» «¿De qué sirve bajar los datos del paro si eso no garantiza la vida de la gente?» «Si en 2004 había 84 personas que tenían un patrimonio de 30 millones de euros ¿por qué en 2015 hay 549 personas?» «¿Es viable una sociedad en la que no paran de aumentar la pobreza, la incertidumbre y la precariedad?» 

 

Su respuesta a la última cuestión es negativa, por lo cual propone que, mientras se espera que el futuro llegue, se cree empleo, suban los salarios y mejoren los convenios colectivos, por ejemplo, para garantizar derechos, libertad y certezas. A la vez, enfatiza la necesidad de definir qué es justo y qué garantiza una vida digna, así como de creer que el actual modelo social se puede cambiar. Porque «Si asumimos la realidad como es y que no se puede cambiar, estar explotado va a ser un privilegio porque la otra opción es ser un excluido», recuerda Moruno.